TEGUCIGALPA, Honduras – Se toman de las manos, hacen una reverencia y el público los ovaciona de pie.

La escena, que se dio el 29 de noviembre en el Teatro Manuel Bonilla de Tegucigalpa, no era una ovación a actores profesionales consagrados, sino a los participantes del festival artístico que cada año celebra el Programa Piloto Integral de Combate a la Pobreza Urbana (PPICPU).

Ellos son parte de los siete mil pequeños y jóvenes que desde 2003 han recibido una oportunidad para alejarse de las calles y las pandillas del país a través del PPICPU.

El programa, dependiente de la Secretaría de Finanzas y parte de la Estrategia para la Reducción de la Pobreza (ERP), busca utilizar el arte como factor de inclusión social, promover la participación familiar y desarrollar la autoestima en los niños y adolescentes, según la coordinadora general, Jacqueline Duarte.

La institución ayuda a niños y jóvenes en riesgo social a desarrollar sus cualidades artísticas, según Duarte.

Según la Encuesta Permanente de Hogares del Instituto Nacional de Estadística (INE), para mayo de 2011, el 61.9% de los 8,2 millones de hondureños se encuentra en condiciones de pobreza.

Rolando Padilla, de 16 años, creció en la colonia Villafranca, a 8 km al oeste de la capital Tegucigalpa y un área catalogada como de alto riesgo por la Policía Nacional, debido a la proliferación de pandillas en la zona como la Mara Salvatrucha (MS 13) y Barrio 18.

Padilla no vislumbraba un futuro mejor en su vida. Hasta ahora.

Desde 2008 forma parte del PPICPU, y gracias a él se presentó en el Teatro Manuel Bonilla, el espacio cultural más importante del país, con la obra “El Mago de Oz” en agosto de 2012.

“Me siento feliz, porque jamás imaginé que un día me presentaría en el Teatro Manuel Bonilla”, afirma con satisfacción, agregando que también ha participado en las obras “El Principito”, “Honduras un solo latido”, “Sueños de Navidad”, “Mais que nada”, “Las mil y una noches”, “Alicia en el país de las maravillas” y “Romeo y Julieta”, que trimestralmente el PPICPU presenta en importantes escenarios hondureños.

De lunes a viernes, Padilla asiste a clases por la tarde y por las mañanas hace cuatro años en el PPICPU.

“Quiero convertirme en un artista; ese es mi sueño”, dice Padilla.

Juan Carlos Ríos, de 17 años, dejó su casa a los 9 años y hasta hace cuatro años recorría las calles de San Pedro Sula, a 244 kilómetros al norte del país, vendiendo dulces y limpiando vidrios de automóviles.

“No teníamos qué comer”, dice.

En 2008, Ríos ingresó a Casa Alianza Honduras, una organización sin fines de lucro que asiste a niños en riesgo social, donde recibió apoyo para entrar al PPICPU y, paralelamente, a un centro educativo de nivel medio.

“Casa Alianza y el teatro me salvaron la vida, porque no sé qué hubiera sido de mí de seguir en la calle”, comentó.

Finalizó el aprendizaje en el PPICPU y hoy cursa el tercer año de secundaria.

“Al terminar el colegio quiero estudiar Ingeniería en Sistemas en la universidad; ahora sé que vienen cosas grandes en mi vida”, afirmó.

El programa está estructurado en tres secciones:

El primero es el Piloto de Atención Integral para niños de 1 a 6 años, que brinda servicios de estimulación temprana, nutrición, salud, psicología, computación, materiales y merienda escolar. Cada año imparten tres trimestres a los 150 niños que asisten.

El Piloto de Atención Cultural Complementaria, para estudiantes de 7 a 14 años, imparte clases de artes visuales, música, teatro y danza. Además, se les proporciona atención psicosocial, alimentación [merienda escolar] y talleres de computación. Está integrado por 350 niños.

Por último, el Piloto de Capacitación Técnica, para adolescentes de 14 a 18 años, que los forma en cosmetología, corte y confección, carpintería, electricidad, mecánica, refrigeración, repostería, entre otros. A estos módulos asisten 200 jóvenes.

El programa cuenta con un presupuesto de US$414.500 al año, proporcionado por la Secretaría de Finanzas.

“Originalmente, el Piloto de Atención Cultural cumplía la función de prevenir que los niños y niñas cayeran en los peligros de las calles, pero en la actualidad hemos dado el siguiente paso: profesionalizar a los alumnos en el arte”, afirma Duarte.

El 80% de los estudiantes de 7 a 14 años ingresan a la Escuela Nacional de Música, al Conservatorio de Música “Díaz Zelaya”, Escuela Nacional de Bellas Artes, Escuela Nacional de Danza y Escuela Nacional de Teatro, para obtener el título que les permita realizar sus estudios universitarios. Asimismo, comentó que el 60% de esa misma población estudiantil, obtiene excelencia académica en sus centros educativos.
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