Roatán es una acogedora isla del Caribe que cautiva al visitante desde el mismo instante de llegada.
Hay razones: sol, ambiente de vida marina, gente acogedora, deliciosa cocina y naturaleza verde y azul por todas partes. 60 kilómetros de largo por 8 en su mayor anchura, rodeada por la segunda mayor barrera de arrecifes coralinos del mundo, después de Australia. 125 kilómetros de playas de arena blanquísima con aguas cristalinas, como una piscina natural. Ideal para ponerse la máscara y las aletas y salir a nadar o bucear para ver un imponente paraíso de corales.
Toda la isla se puede recorrer y atravesar de un lado a otro por carreteras, el ochenta por ciento es de topografía montañosa. Se ven mansiones de millonarios en los cerros y la costa, para observar los románticos atardeces.
Colón llegó en 1502 a Guanaja, isla vecina de Roatán y las encontró densamente pobladas por los indios Payas. Las islas fueron dominadas en diferentes periodos por ingleses, holandeses y españoles. Inglaterra después de dos cientos años, finalmente cedió el control de las islas a Honduras. 

A partir de 1960, a raíz de la llegada de algunas estrellas de Hollywood se inició una corriente de turistas, inmigrantes y mochileros.

Hoy es un destino paradisíaco, seguro y tranquilo alejado de las noticias del continente. Roatán es la cara amable de Honduras, de hecho muchos trabajadores dejaron las ciudades peligrosas para radicarse aquí.

Mahogany Bay y Port Roatán reciben diariamente cuatro barcos de cruceros y las mejores playas están en West Bay y West End.

Roatán se presta para todo: ir de excursión en Buggys por trochas o playas, conocer la cultura garifuna en Punta Gorda, degustar king crab en Gio’s, pasear de a caballo o salir de pesca. Roatán, un lugar para regresar.
POR: ENRIQUE CÓRDOBA
ESPECIAL/EL NUEVO HERALD
Fotos: Enrique Córdoba y Maripaz Pereira