Con las mismas reglas de juego del pasado, Honduras entró a una nueva arquitectura política que preserva la existencia de sus fuerzas tradicionales —liberales y nacionalistas — y ofrece respiración a las tendencias emergentes, a las que tampoco garantiza larga vida y sin mover ni una coma de un pétreo y consolidado aparato de poder económico y control institucional.
El triunfo del derechista Juan Orlando Hernández, del oficialista Partido Nacional (PN), cuestionado por el opositor y centroizquierdista Partido Libertad y Refundación (Libre) —encabezado por el depuesto ex presidente Manuel Zelaya y por su esposa y derrotada aspirante presidencial, Xiomara Castro—, reafirmó la continuidad en la cúpula gobernante de una fuerza política cercana a Estados Unidos.

Hernández anunció ayer que urge una agenda legislativa “multipartidaria” y advirtió que sin un “ambiente sereno” en el Congreso que garantice estabilidad, progreso y cambio “positivo”, Honduras “puede entrar en una ingobernabilidad”.

El PN gobierna desde enero de 2010, tras la conmoción institucional que sufrió Honduras con el golpe de Estado que en junio de 2009 derrocó a Zelaya y provocó el aislamiento internacional del país, en una crisis que se ha prolongado con los conflictos por el resultado de los comicios. Castro alegó que hubo graves irregularidades y pidió ayer recuento de votos.

“Hay mucha incertidumbre con la actuación de los diputados del Partido Libre en este nuevo contexto”, dijo la hondureña Gilda Rivera, coordinadora ejecutiva del (no estatal) Centro de Derechos de la Mujer de Tegucigalpa, en una entrevista con EL UNIVERSAL. “Tener un espectro mayor de partidos políticos en el Congreso sin que el Partido Nacional tenga mayoría, abre posibilidades a contrapesos importantes. En el Congreso había una aplanadora nacionalista”, añadió la coordinadora.

Al explicar que podría haber alianzas parlamentarias, recordó que Libre y sus dos líderes tampoco pueden decirse sorprendidos con las presuntas irregularidades en las elecciones del pasado 24 de noviembre. “Aceptaron jugar con las mismas reglas de siempre. ¡Que no demuestren sorpresa! Ellos sabían cómo le estaban entrando al juego político. Es lo que siempre ha existido en este país”, adujo.

El bipartidismo, que con el PL y el PN ha gobernando desde hace más 100 años en Honduras, comenzó “a erosionarse”, dijo el analista político hondureño Matías Funes, citado por la prensa local, en una nación acosada por endémicos problemas socioeconómicos.
Por: José Meléndez / Corresponsal en Sudamérica| El Universal
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